Hoy elevó mi pensamiento hacia ti, amor mío con la misma ternura con la que solía mirarte. Aunque ya no estás físicamente a mi lado, tu esencia sigue viva en cada rincón de nuestra vida. Te siento en el silencio de las mañanas en la calma del atardecer y sobre todo en la mirada de nuestros hijos, donde encuentro cada día una parte de ti. Tu partida dejó un vacío que nada puede llenar, pero también nos enseñó el verdadero significado del amor ese que no termina que trasciende y permanece. Nuestros hijos son tu reflejo más puro en su sonrisa, en su fortaleza en los valores que les dejaste como herencia del alma. Ellos llevan tu luz y a través de ellos sigues acompañándonos guiando nuestros pasos con ese amor inmenso que siempre diste. Fuiste un esposo ejemplar, un padre dedicado y un ser humano lleno de bondad compartimos momentos que el tiempo no borrará recuerdos que hoy nos llenan de gratitud y esperanza. No hay adiós cuando el amor perdura solo existe la certeza de que algún día volveremos a encontrarnos en un lugar donde las almas se unan nuevamente y el amor vuelva a ser abrazo. Descansa en paz, mi amor. Tu recuerdo vive en mí y en nuestros hijos latiendo con fuerza en cada uno de nosotros.